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lunes, 11 de marzo de 2013
Milagros de nuestra señora de Berceo.
Milagros de Nuestra Señora es la obra capital de Gonzalo de Berceo, clérigo secular del monasterio de San Millán. Se trata de una compilación de exempla que relatan veinticinco milagros de la Virgen María, escritos hacia 1260 en un dialecto riojano del castellano en una etapa tardía de su vida, usando como fuente colecciones de milagros marianos en latín que circulaban en el siglo XIII. Se utiliza en estos cuentos versificados la estrofa de cuaderna vía, propia del Mester de Clerecía.
Su fuente es una colección de vMilagros de Nuestra Señora es la obra capital de Gonzalo de Berceo, clérigo secular del monasterio de San Millán. Se trata de una compilación de exempla que relatan veinticinco milagros de la Virgen María, escritos hacia 1260 en un dialecto riojano del castellano en una etapa tardía de su vida, usando como fuente colecciones de milagros marianos en latín que circulaban en el siglo XIII. Se utiliza en estos cuentos versificados la estrofa de cuaderna vía, propia del Mester de Clerecía.
Su fuente es una colección de veintiocho relatos en latín (Manuscrito de Thott, nº 128, Biblioteca de Copenhague) en los que se narran milagros atribuidos a María, de los que Berceo reelabora solo 25. Las colecciones de milagros marianos aparecen a lo largo del siglo XI. Hay de dos tipos: las de los milagros locales, vinculadas a los grandes centros de peregrinación, y las generales. Gonzalo de Berceo aprovechará una de estas colecciones de milagros generales para componer la suya en un periodo de divulgación de las lenguas románicas y de difusión de las tradiciones marianas. De hecho, la devoción a María se expande en el siglo XIII por toda la geografía europea y peninsular, pues ofrecía una imagen maternal más amable y cercana del cristianismo. Esta visión es la que franciscanos y dominicos propagaron en sus sermones a través de los ejemplos con que los adornaban.
La originalidad de Berceo consiste en dar vida y popularizar el registro eclesiástico que tenía el texto latino. Para conseguirlo Berceo se ayuda de recursos propios de los juglares, tales como hacer un uso abundante del estilo directo, dar ciertas pinceladas humorísticas a lo narrado o hacer referencias o comparaciones con el mundo rural o la naturaleza.eintiocho relatos en latín (Manuscrito de Thott, nº 128, Biblioteca de Copenhague) en los que se narran milagros atribuidos a María, de los que Berceo reelabora solo 25. Las colecciones de milagros marianos aparecen a lo largo del siglo XI. Hay de dos tipos: las de los milagros locales, vinculadas a los grandes centros de peregrinación, y las generales. Gonzalo de Berceo aprovechará una de estas colecciones de milagros generales para componer la suya en un periodo de divulgación de las lenguas románicas y de difusión de las tradiciones marianas. De hecho, la devoción a María se expande en el siglo XIII por toda la geografía europea y peninsular, pues ofrecía una imagen maternal más amable y cercana del cristianismo. Esta visión es la que franciscanos y dominicos propagaron en sus sermones a través de los ejemplos con que los adornaban.
La originalidad de Berceo consiste en dar vida y popularizar el registro eclesiástico que tenía el texto latino. Para conseguirlo Berceo se ayuda de recursos propios de los juglares, tales como hacer un uso abundante del estilo directo, dar ciertas pinceladas humorísticas a lo narrado o hacer referencias o comparaciones con el mundo rural o la naturaleza.
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Los pergaminos en la edad media.
El término pergamino procedente del latín medieval pergamenum, tiene su origen en la ciudad de Pérgamo donde en el siglo II a. de C. , bajo el reinado de Eumenes II, fue inventado debido a la falta de papiro para escribir debido a un bloqueo.
El pergamino esta hecho de pieles de animales, se emplearon todo tipo de animales para su manufactura corderos, vacuno, venados, cabras incluso ardillas.
Para la fabricación de un buen pergamino es esencial que la piel sea de buena calidad, ello implicaba un cuidadoso proceso de selección de los animales, que por aquel entonces sufrían gran número de enfermedades que dejaban huellas en su piel que persistirían en el pergamino.
Una vez obtenida la piel se lavaba con agua fría y corriente durante un día y una noche. La caída del pelo se forzaba poniendo en remojo la piel en una tina de madera o piedra a la que se añadía una mezcla de cal y agua y se removía varias veces al día con una pértiga de madera. La caída de la piel se producía entre tres y diez días.
Pasado este tiempo las pieles se sacaban de la tina y se colgaban en una gran plancha de madera curvada y vertical con el pelo hacia fuera. A continuación, el pergaminero, raspa el pelo de arriba hacia abajo con una cuchilla larga y curvada con asas de madera en los extremos. Aparece la piel desnuda, con tonalidades del rosado al marronáceo en función del color del pelo. El lado del pelo es el que se presenta granuloso en el pergamino. Si es posible también se raspa la primera capa de piel. Una vez eliminado el pelo la piel vuelve a la tina.
A continuación la piel vuelve a la plancha de madera por el lado de la carne para eliminar los restos de carne con la cuchilla corva.
La piel limpia de pelo y carne se vuelve a una tina con agua limpia durante dos días más para eliminar los restos de cal.
El siguiente paso es el secado de la piel extendiéndola bien tensada en un bastidor de madera habitualmente circular.
La piel se sujeta el marco incrustando en su periferia pequeñas piedrecillas que producen unos bultos que son enlazados con cuerdas, estas se unen a una clavijas ajustadas al marco de madera que permiten variar la tensión del pergamino conforme se va secando y encogiendo. La piel queda a modo de trampolín sujeta al marco. A veces cuando se tensa la piel aparecen roturas debido a imperfecciones de la piel o cortes accidentales que son reparados por el pergaminero con aguja e hilo para que no se hagan más grandes. La piel se mantiene mojada a base de paletadas de agua caliente, entonces se procede a rasparla nuevamente con un cuchillo de hoja curva con asa en el centro denominado lunellum, el raspado es profundo y se efectúa por ambas caras, continuamente se han de ajustar las clavijas para que la piel esté lo más tensa posible. A continuación se deja secar la piel al sol ya que interesa un secado rápido.
Una vez completamente seca la piel se vuelve a raspar, las peladuras desprendidas pueden reutilizarse para hacer colas. La intensidad del raspado depende de la delgadez que se desee en el pergamino, el la primera época los pergaminos eran bastante gruesos, pero hacia el s. XIII se obtenían pergaminos con una finura casi de papel de seda. El lado granuloso del pelo se ha raspar de modo especial para eliminar el brillo satinado que impedía la escritura.
Una vez terminado se saca el pergamino del bastidor y se almacena hasta su venta.
Éste pergamino todavía no es apto para recibir la escritura, para poder escribir el pergamino había de ser pulimentado con ante, frotado con yeso y por último cortado con las medidas de máximo aprovechamiento de la piel.
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miércoles, 6 de marzo de 2013
Rodrigo Diaz de Vivar.
Nacido en Vivar, era hijo de Diego Laínez, infanzón de Vivar. Se educó junto al infante Sancho de Castilla, quien le dio el cargo de alférez de la milicia real al ser nombrado rey bajo el título de Sancho II, y a las órdenes del cual se enfrentó a Sancho IV de Navarra. En virtud de su cargo, hizo jurar al rey Alfonso VI (1072, Santa Gadea) que no era responsable de la muerte de su hermano, Sancho II, lo que le provocó la enemistad con el monarca. Fue sustituido en su cargo por García Ordóñez, si bien el rey le compensó con un matrimonio con Jimena Díaz en 1074, bisnieta de Alfonso V. Acusado de deslealtad al rey, fue condenado al destierro en 1081 y rota su relación de vasallo de Alfonso VI. Se encaminó entonces con sus vasallos a Zaragoza, donde se puso a las órdenes del gobernante musulmán al-Muqtadir y, posteriormente, de su hijo al-Mu´tamin. Tras la batalla de Zalaca, en el que fueron vencidas las tropas de Alfonso VI, el rey nuevamente le puso a su servicio y encomendó varios dominios en 1086. En esta segunda etapa junto al monarcas castellano emprendió campañas guerreras por el levante peninsular, logrando hacer que los reyes musulmanes de Albarracín y Valencia pagasen tributo a Castilla y conquistando vastos territorios dominados por los almorávides. Nuevamente enfrentado a Alfonso VI, fue despojado de todos sus privilegios y hubo de salir al exilio. En esta ocasión se puso al servicio del rey musulmán de Valencia, logrando derrotar y apresar al conde de Barcelona Berenguer Ramón II en 1090. En el punto álgido del poder almorávide en la Península, logró tomarles Valencia en 1094, ciudad que no recuperarán hasta algún tiempo después de su muerte, en el año 1102.
La literatura y la historiografía posteriores se encargaron de utilizar su figura y engrandecer la leyenda, siendo citado en composiciones, poemas (Poema de Almería), cantares de gesta y crónicas (Najerense, Primera Crónica General, etc.). El momento culminante llega con la elaboración a cargo de un autor anónimo del "Cantar del Mío Cid", en el siglo XII o primeros años del XII. Desde entonces se produce su incorporación a la literatura castellana y la entronización del personaje como símbolo de caballero castellano-español, detentador de valores y virtudes de hondo calado político y elemento propagandístico de primer orden en el contexto de una España cristiana necesitada de héroes.
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